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La reciente disolución de la Asamblea Nacional por el presidente Emmanuel Macron no cesa de suscitar preguntas inéditas y de reactivar debates institucionales y jurídicos antiguos.



Entre estos debates, una cuestión ha vuelto a ocupar el centro de la atención: ¿es necesario ser elegido diputado para convertirse en ministro y, más aún, en Primer Ministro? Esta interrogante resulta particularmente pertinente a la luz de las recientes elecciones europeas, en las que algunas personalidades recién elegidas como diputados europeos podrían ser consideradas para ocupar puestos ministeriales.


La situación actual es verdaderamente inédita: ¿los diputados europeos recién elegidos consideran lanzarse inmediatamente en la campaña legislativa con la esperanza de convertirse en ministros o incluso en Primer Ministro? La respuesta es sencilla: en realidad, no es necesario ser diputado para ser nombrado ministro. Una mirada a la historia de la V República lo demuestra claramente. La nominación de los miembros del gobierno no está en absoluto restringida a la condición de ser elegido.


De hecho, siete Primeros Ministros de la V República no fueron diputados antes de su nombramiento. Michel Debré, el primer Primer Ministro bajo el mandato de Charles de Gaulle en 1959, no era miembro de la Asamblea Nacional, al igual que su sucesor Georges Pompidou. En 1976, Valéry Giscard d'Estaing nombró a Raymond Barre, quien no tenía entonces ningún mandato parlamentario. Jean-Pierre Raffarin, designado por Jacques Chirac en 2002, era senador. Dominique de Villepin, nombrado en 2005, nunca había sido diputado. François Fillon, elegido por Nicolas Sarkozy en 2007, también era senador. Finalmente, Jean Castex, nombrado por Emmanuel Macron, no era diputado en el momento de su designación.


Estos ejemplos históricos demuestran que es perfectamente posible acceder a la función de ministro sin haber sido elegido diputado.

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